Para los habitantes del Paraguay, el noreste de Argentina y una parte del sudeste brasileño, la sopa paraguaya es una comida muy popular y habitual en todos los hogares. Y aunque también a trascendido fronteras y llegado a otros países y continentes, muchos no la conocen y al saber de este plato, les resulta muy llamativo que se llame “sopa” a una receta que no contiene líquido y es en realidad una torta, pastel o bizcocho salado. La sopa paraguaya se prepara a base de harina de maíz finamente molida, huevos, leche, cebolla, grasa animal, sal gruesa y queso fresco. Aunque no hay una versión confirmada sobre su origen y o su creador, sí existen dos versiones muy difundidas sobre cómo pudo haber aparecido una “sopa sólida”.
La versión más antigua sobre el nacimiento de la sopa paraguaya se remonta a la época en que los jesuitas españoles entraron en contacto con los pobladores indígenas guaraníes. Se cuenta que al recibir a los europeos, los guaraníes le ofrecieron carne de los animales que habían cazado. Los españoles comieron muy agradecidos pero cuando se terminó la carne todavía seguían con hambre, entonces los indígenas pensaron en ofrecerles una preparación que solían consumir y que era a base de harina de maíz, con agua y algún producto que tuvieran en ese día envuelta en hojas de banano y cocinada. Este especie de pastel -muy similar a la sopa que conocemos en la actualidad- fue llevado a los misioneros jesuitas que esperaban la comida, y a los que les dijeron: “so’o opa”, que significa “la carne se terminó” en el idioma guaraní. Aquellas palabras en guaraní suenan muy parecido a “sopa”, por lo que se dice que los españoles la bautizaron con ese nombre, aunque luego fue cambiando la receta, a la que se le agregó grasa animal, huevos y queso.
La otra hipótesis sobre este plato nos lleva a mediados de los años 1800. El primer presidente de Paraguay, Carlos Antonio López Insfrán -quien gobernó al país entre 1841 y 1862-, debía recibir a una comitiva de invitados provenientes de un país extranjero. Para este evento, le habría pedido a su cocinera que preparara uno de sus platos favoritos tykue’i, una sopa blanca que contenía leche, harina de maíz molida finamente, huevos y queso. Lo que sucedió es que la empleada del presidente se distrajo mientras cocinaba la sopa, y la preparación le quedó excesivamente sólida. Preocupada, la mujer resolvió rápidamente su problema creando una receta nueva. A la masa que le había quedado le añadió más queso, la colocó en una fuente engrasada y la llevó al fuego. Cuando se cocinó, cortó porciones cuadradas, lo llevó a la mesa explicando lo sucedido y lo sirvió al presidente y sus invitados. Se dice que López se mostró encantado al probarla y les dijo a las personas que lo acompañaban ese día que ese plato se llamaba “sopa paraguaya”.
Si bien ninguna de las dos versiones ha sido aceptada como la oficial, lo cierto es que la sopa se impuso en la gastronomía paraguaya y ha ganado adeptos en varios países. En Argentina existe una versión llamada “sopa correntina”, originada en la provincia de Corrientes, de similares características pero con algunos agregados, como trozos de pollo. Mientras tanto, en Paraguay, es un clásico en las mesas familiares, en cada cumpleaños, asado o reuniones con amigos. La sopa paraguaya ha nacido en tierras guaraníes, en la mixtura de costumbres entre españoles e indígenas y ha evolucionado y permanecido a través de las distintas épocas, para seguir deleitándonos hasta la actualidad.